lunes, 5 de diciembre de 2016

EL COYOTE Y EL TLACUACHE




EL COYOTE Y EL TLACUACHE

Había una vez un bosque en el que vivían muchos animales en completa paz y armonía.
Un día, llegó al bosque un coyote que tenía todo el cuerpo cubierto de pulgas. El pobre sentía tanta picazón, que se rascaba contra los árboles.

Pasó por allí un tlacuache que, viéndolo en tal condición, sintió compasión de él y le preguntó: “¿Qué te pasa?”
El coyote le respondió: “No sé, me pica todo el cuerpo”.
Dice el tlacuache: “Eso debe ser porque tienes pulgas.”
Pregunta el coyote: “¿Y cómo puedo curarme?”
“Te diré un remedio: ve a la laguna y entra en el agua, pero no de una vez, sino poquito a poquito, comenzando por la cola. De ese modo, todas las pulgas se van a refugiar en tu cabeza. Entonces te zambulles y las ahogas.”
“¿Serías tan amable de indicarme por dónde queda la laguna?”
“¡Con mucho gusto! Yo mismo te llevaré.”

Así lo hizo, el tlacuache guió al coyote hasta la laguna. Este se acercó a la orilla y sumergió la cola en el agua, pero al momento la volvió a sacar.
“¡Está muy fría!”
El tlacuache insistió: “Hazlo, que es en beneficio de tu salud”.
A regañadientes, el coyote metió de nuevo la cola en el agua, luego las patas traseras, la barriga, el pecho, el lomo, el pescuezo y la cabeza. Sólo dejó fuera la punta de la nariz.

A medida que el coyote se sumergía, las pulgas se fueron corriendo hacia su cabeza, y terminaron concentradas en la nariz. Entonces se sumergió por completo, las pulgas se quedaron flotando en la superficie como una nata y después se ahogaron.
Salió del agua el coyote, muy contento, pues ya no sentía picazón, y le dijo al tlacuache: “¡Me has curado! Ahora, en agradecimiento por esa buena acción, te voy a comer.”
“¡Pero eso no es justo – protestó –, después de todo lo que he hecho por ti! ¡Eres un abusador!”
Salió corriendo el tlacuache para escapar del coyote, pero, por más que corría, no lograba adelantarse. Entonces pensó: “Voy a aprovechar el peso y la velocidad del coyote para derrotarlo”.
Corrió disparado hacia una peña que había por allí y, en el preciso instante en que iba a chocar con ella, se dio vuelta a un costado. El tlacuache pudo doblar fácilmente porque era chiquito y flaco, pero el coyote, que era grande y corpulento, no pudo frenar a tiempo, de modo que se estampó contra la peña y quedó aturdido por el golpe. El tlacuache aprovechó para escapar.

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