Existen varias leyendas sobre el Tepoxtecatl las que
se han conservado hasta la actualidad, la principal de todas ellas se
transcribe a continuación:
Hace mucho tiempo se contaba a nuestros abuelos, que
han contado a nuestros padres y nos contamos entre nosotros mutuamente que una
vez una vieja doncella, que nunca había conocido varón, habiendo ido a bañarse
a un lugar llamado Axictla, o Tlatlacualoyan, después de transcurridos algunos
meses, cayó en la cuenta de que se encontraba embarazada, y avergonzada ya no
volvió a salir de su casa, hasta que dio a luz a su debido tiempo.
La criatura que tuvo, se decía que era hijo del aire.
Llamo a unas señoras, les entregó a la criatura, después de envolverlo muy bien,
y antes de que partieran les dijo: con encarecimiento: “Oculten muy bien a ese
niño, que no vaya a verlo nadie, que no vaya a saber alguno lo que me sucedió.
Cállenselo, no vayan a contarlo en ninguna parte, porque solo me avergonzaría
con ello… No se que hacer, Ahora lleven
a ese niño y arrójenlo a un
hormiguero para que sea devorado por las hormigas.”
Partieron aquellas señoras llevándose consigo al niño
para ir a dejarlo en un hormiguero en el cerro.
Se cuenta que en cuanto llegaron lo arrojaron entre las hormigas, dejándolo
allí abandonado. Después se fueron a avisara que ya habían cumplido con la
orden que se les había dado.
Al día siguiente fuero a ver lo que había pasado con
el niño y se fueron encontrando con que estaba vivo, como lo habían dejado, y
que las hormigas no solamente no le habían hecho nada, sino que por el
contrario le llevaban y le daba de comer.
Entonces lo quitaron de allí para irlo a abandonar
entre las pencas de un maguey.
Al otro día volvieron a ir a ver lo que había sucedido
y vieron entonces que una de las pencas estaba inclinada sobre la boca del
niño, dándole de mamar.
Entonces cargaron con él y se lo llevaron a casa de su
madre, quien las invitó a pasar y depuse de halagarlas les recomendó que no
contaran nunca lo que habían hecho. Se cuenta que se los recomendó mucho, y les
dio de comer en abundancia, con lo que acabó por ganárselas.
Una vez que se hubieron ido, aquella madre hizo una
caja y encerró dentro al niño.
Aquel día el cielo estaba muy nublado y en cuanto
oscureció pagó a un hombre para que le hiciera daño al niño.
Aquel hombre se lo llevó a la orilla de la barranca,
pues esperaba que en aquella noche caería un fuerte aguacero y que las aguas
arrastraría la caja, con el niño que estaba adentro. Pero esa noche no llovió.
Por entonces vivía también un matrimonio ya muy
entrado en años que deseaba vivamente tener una criatura y en ese mismo día
casualmente, la viejecita le decía a su esposo:
“Esposo mío, deseo que me llevéis hoy a la barranca
porque quiero ir a lavar.”
Entonces le contestó: “Si queréis, acabad de hacer las
tortillas y nos iremos”.
Así se lo hizo. La viejecita se dio prisa a hacer las tortillas
y en cuento acabo, escogieron la ropa y se dirigieron a la barranca.
Ya que habían llegado, se cuenta que el viejecito le dijo
a su esposa: “Mientras laváis, voy a juntar un poco de leña y en cuanto tenga
la suficiente volverá a buscaros”.
Así se hizo. El
viejecito se fue a juntar leña y en el momento en que iba a regresar descubrió
la caja que estaba a la orilla de la barranca.
Se volvió a ver a todos lados, temeroso de que alguno estuviese
espiándolo; se puso a silbar, llamó a gritos y nadie le contestaba. Entonces cargó bajo el brazo izquierdo con la
caja y se la llevó a la viejecita y en secreto le dijo: “Ved lo que me he
encontrado; vayámonos y mañana volveréis a acabar de lavar. Vámonos, no vaya a
ser que alguno nos la quite. ¡Vámonos! Y cuidaba mucho de que no fuera a verlos
alguno y se las quitara.
La viejecita procedió a recoger la ropa y se fue
también a la casa.
Cuando hubieron llegado a casa, se encerraron y
procedieron a abrir la caja, poco a poco y con sumo cuidado y cuando acabaron
de abrirla y descubrieron lo que estaba en ella encerrado, vieron que era un
niño bonito, muy robusto. Espantado al sentirse descubierto se movió el niño y
entonces ellos, cobrando ánimo lo sacaron. ¡y estaba muy gordo!
Muy contentos con aquello los viejecitos se pusieron a
dar gracias a Dios, a Nuestra Señora la Madre del Pueblo y pusieron a la criatura y
pusieron a la criatura bajo su advocación para que la venerara todos los años
el día de su fiesta en el último mes de cada año.
Luego el viejecito dijote a la anciana: “lo que vamos
a hacer ahora es que os metáis en cama y yo iré a decir a nuestros hijos que os
vengan a visitar porque habéis dado a luz”.
Así se hizo. El
padre se fue a contar lo ocurrido casa de sus hijos que en cuanto se enteraron
de lo ocurrido fueron corriendo a casa de sus padres y se encontraron con que
realmente su mama estaba en cama y que la criatura estaba llorando. En cuanto entraron a la casase mostraron muy
contentos y empezaron a besar a la criatura. Una vez satisfecho su gusto, entre
todos se distribuyeron las labores de la
casa, a quien tocábale prepara el atole, a quien la comida, al otro el
almuerzo… alternábanse todos los días, de
modo que ninguno llegaba a aburrirse se llegaba el plazo. Cuando éste llegó lo bañaron en el temascal,
con mucho cuidado y luego, ya que acabó de mamar la criatura y que ellos comprendieron
que ella podría ya desempeñar sus quehaceres todos se fueron, uno tras otro,
regresando a sus respectivas casas.
Se cuanta que entonces el niño empezó a crecer y
encordar y luego que llegó a ser un jovencito comenzó a importunar a su abuelo
(así le llamaba) diciéndole; ¡Abuelo! Ahora ya soy grande, quiero que me hagas
mis sandalias, pues deseo salir a pasear al campo!.
Entonces le preguntó el abuelo al Tepoztecatl: “¿y a
donde irías a pasear?
El Tepoztecatl respondió a su abuelo diciéndole:
“Iré a andar por la llanura, por las calles, por el
cerro y por otros lugares. No que aquí nada mas me estoy en un rincón en casa y
ya me fastidio”.
Entonces el abuelito le hizo sus sandalias y se las
dio en propias manos, con lo que el Tepoztecatl se puso contentísimo, se las probó
y calzando con ellas tomó por una calle y se fue de paseo todo el día. Cuando
regresó a su casa, ya había oscurecido y estaba muy contento.
Pasaron algunos días y de nuevo volvió a importunar a
su abuelo diciéndole: “!Abuelo!. ¡Voy a darte otro trabajo: ¡si de veras me
quieres, habrás de hacerme lo que te pida!.
“Ya tu sabes que nos queremos” –le dijo el abuelito.
“Lo que a mi me dañe, te dañara a ti y tus penas también serán mías; cuanto me
pidas te daré, siempre que esté en mi mano hacerlo. ¿Por qué no? ¡Di lo que
quieres!...
“! Ah, abuelo!... ¡Ahora si creo que de veras me
quieres y déjame abrazarte en prueba de agradecimiento y no te des a rogar.
Sábete y entiende que todo cuanto hagas por
mí, nada será perdido Mañana o
pasado, mientras viva, te demostraré mi agradecimiento, te querré y he de ver
por ti cuando te enfermes. A ti y a mi abuela a ambos les daré un buen
entierro. Lo que quiero es que no te
enfades, ni te disgustes por que deseo ahora que me hagas mi arco, mis
flechas y mi carcax…Muchas flechas, con
lo que tendremos siempre para comer y ya n ayunaremos.”
Le dice el abuelo: “¿Y para qué quieres todo eso que
me pides?”
A ello contesto el Tepoztecatl diciéndole: “Abuelo,
cuando tenga con que estar a cubierto, iré a la llanura a cazar”.
Con esto que le dijo, se alegro el abuelo y procedió a
hacerle cuanto perdía: en cuanto lo hube terminado se lo entregó al
Tepoztecatl. Cuando este tuvo en sus manos lo que había pedido. Recibió con
ello gran alegría y luego le decía: “Abuelo, ¿Qué quieres que comamos? Ahora
basta con que me lo digas y verás como
lo tendremos” .
El abuelo, con oírlo, se espantó, no movía quedose
como piedra, sin saber qué decir. Entonces el Tepoztecatl le dijo: ¡Mira,
abuelo, voy a tirara apuntando para arriba y verás lo que cae! “ Y realmente disparó una flecha hacia arriba y
cayó un conejo. Luego que lo vio caer, se espanto otra vez, En cuanto vio caer
al conejo se dijo el abuelo que quizá no fuera un buen hijo el que habían
criado, pues nunca se había visto un muchachillo como ese. La señora también se admiró y uno a otro se
preguntaban mutuamente:
¿De quien podrá ser este muchacho que le basta con disparar hacia
arriba para que caiga un animal? Quizá sea hijo del aire, o no se sabe de quien
es este muchacho”.
Cuando se hubieron tranquilizado, alzaron el conejo,
lo pelaron, lo destazaron lo cocieron y se lo comieron.
Así hacían todos los días, pues les daba ya fuese un
conejo o una paloma o un venedo o tórtola (huilotas), ardillas, pájaros y quien
sabe cuantos otros animales y asi buscaba el sustento para sus abuelos, como
les llamaba, que estaban muy contentos de no tener ya nunca que ayunar.
Aquel chiquillo creció y se convirtió en un joven muy
fornido.
Por aquel entonces e cuenta que vivía un gigante de
nombre Xochicalcatl que se comía a la gente que habitaba en Xochicalco, mas
allá de Cuernavaca. Aquel gigante, como dije, se comía a la gente, reservándose
a los ancianos. Hacia que le llevaran a
todos los viejos, que ya no servían para trabajar y se ls llevaban a
Xochicalco, y al Xochicalcatl se los entregaban.
El tal Xochicalcatl tenia unos hombres a quienes
llamaba sus auxiliares, que salían a todas partes a reunir a los viejecitos.
Ocurrió que como el abuelo ya estaba muy viejo comenzó
a entristecerse, porque sabía que no tardarían en ir a buscarlo para llevarlo a
Xochicalco a servir de comida al Xochicalcatl. Se escondía acordándose de lo
que le esperaba pero nunca le dijo a nadie nada de lo que tenia en el corazón.
Y sucedió que le llegó su día. Cuando vio a los
auxiliares salió a saludarlos, los hizo entrar a la casa y allí le dijeron con
qué objeto iban. Entonces el abuelo les
dijo: “Nada más que llegue mi hijo, no iremos”
Los auxiliares le contestaron: “Nosotros no
quisiéramos llevarte; también tenemos hijos: ¿Qué quieres que se haga? A todos
nos ha de pasar lo mismo, y así tiene que ser que hemos de dar de comer a
nuestro amo. Lo que te suplicamos es que
no vayas a demorarnos, pues allá nos están esperando.”
El abuelo se puso de pie, inclinó la cabeza para oír
su propio corazón y saber lo que había de hacer para despedirse cuando saliese.
No había pasado largo rato cuando salió el Tepoztecatl
yendo buscar al abuelo que estaba tan
abatido y con la cabeza baja que cuando lo saludo no le contestó. Entró a donde
estaba la abuelita, yendo a saludarla y la encontró que estaba llorando, y le
pregunta por qué llora; le dice la abuela: ¿Cómo no he de llorar cuando ya
vinieron los auxiliares a buscar a tu abuelo para llevárselo al Xochicalcatl a
que se lo como? ¡ya se le llegó ¡… ¡Ahora, si, vamos a perderlo para siempre,
ya no volveremos a verlo! ¿Qué quieres
que hagamos? ¡Lo perdemos para nunca más volverlo a ver!”
En cuanto oyó el Tepoztecatl lo que le decía su abuela,
fue a preguntarle a su abuelo si aquello era verdad y le dice: “! Abuelo! ¡No
te aflijas!, ni te entristezcas! ¡Si han venido a buscarte, te advierto que tú
no irás a ninguna parte, yo seré quien irá en tu lugar!.”
El abuelo le contestó diciéndole “!Tepoztecat, amado
hijo mío, aun no sabes lo que dices…! ¿Cómo habrías de ir tu si todavía eres
muy pequeño? TE quedarás con tu mamacita para cuidar de ella, darle de comer y
enterrarla. Yo ya soy viejo, no valgo
nada, estoy a punto de morir… Sólo te pido que nunca le des motivo de
sentimiento a tu mamá: quiérela mucho, mímala mucho y nunca le des que sentir,
Eso des lo único que te pido.”
Después de oír
esto el Teoztecatl, al día siguiente vio que salía los auxiliares, ya los
saluda, les contestaron luego le dicen al abuelo: “! No se entretengan,
nosotros ya queremos irnos, vámonos!”
Entonces el respondió al Tepoztecatl:
“Nobles señores; vosotros habéis venido a buscar a mi
abuelo; ahora yo os ruego que no os lo llevéis, yo iré en su lugar; él no irá a
ninguna parte.”
Entonces el abuelo le dijo al Tepoztecatl: “!Oye, hijo
mío deja que me lleven, que vaya yo! . Yo ya soy viejo, ya no trabajo en nada,
nada mas estoy en espera de la muerte. Tú, todavía eres joven, luego te querrá
tu mamá: trabajarás para buscar su sustento.
También ya está envejeciendo. Lo
que te ruego, es que no abandones a tu mamacita, cuídala, quiérela y nunca le
des que sentir. Nada mas eso es lo que te pido.”
Cuando acabó de oír lo que le decía su abuelo,
contestóle el Tepoztecatl diciéndole: “!Oh, abuelo, abuelo!... tu no iras a
ninguna parte, yo seré quien vaya en tu lugar.
Lo que has de hacer y que yo te pido es que no lloren por mí, sino que
cobren valor y vayan a Cozcatzinco. Allí
esperen pendientes viendo hacia debajo de Xochicalco y si ven subir una columna
de humo negro, digan que ya perdimos, y si ven que se levanta un humo blanco,
entonces alégrense, porque habremos ganado.
Se cuenta que lugeo respondieron los auxiliares que,
aunque habian ido en busca del abuelo, estaban dispuestos a acceder. “!Vámonos! decían Cualquiera que sea el que
vaya, vámonos, lo llevaremos, porque de otro modo nos regañará el gran señor.”
Entonces el Tepoztecatl se arregló, se puso sus
sandalias, se echó al tercio el morral y dijo a sus abuelos: “Ya me voy. No
lloren por mi; ya regresaré.” Se
despidieron y enseguida salió el Tepoztecatl delante guiando a los auxiliares.
Apenas habrían llegado a salir de la población cuando
convirtió en piedra a un auxiliar, quedándose este en Texcatepec; cuando
llegaron al pie del cerro, convirtió en piedra a otro auxiliar, que es hoy el
Texihuiltetl y un poco mas adelante
convirtió en piedra a un tercero, que hoy lleva el nombre de Tlamatepec.
Cuando los demás auxiliares buscaron a sus compañeros
y vieron que no parecía ninguno, se asustaron más y ya no sabían qué hacer.
Llegados al lugar llamado Tecuezcontitla, les dijo:
“!Descansen! Yo voy a descansar; ya me cansé.”
Asi lo hicieron , descansaron un rato y enseguida que
se levantó el Tepoztecat y echo a andar, los auxiliares hicieron otro tanto,
yendo en su seguimiento.
Una vez que llegaron a Temamatlac, se cuenta que les
dijo:
“Espérenme aquí, yo voy a bañarme”.
Enseguida lo perdieron de vista, no lo veían por
ningún lado y estaban tan asustados que no sabían qué hacerse. ¿Qué explicación
iban a dar de que no llevaban lo que habían ido a buscar al pueblo de
Tepoztlán?
De repente vieron que había salido otra vez y que les
gritaba a espaldas de Textil…!e había
hacho delgado, delgado para entrar cerro adentro y salir por la espalda!
Otra vez, allí al pie del cerro, le dijo: ¡Descasemos!
¡Aunque hayaos de llegar mañana, no teman, ni se aflijan.” Y otra vuelta se
desapareció.
Se puso a dibujar una golondrina sobre un tepetate en
el montículo de Cuicuitzcatlán y en cuanto echaron a andar de nuevo,
empez´aponer nombre a los terrenos por donde iban pasando Acayocan, Zacatech,
tlacotzinco, Tlatlapancan, Clamatlan… Por donde quiera que pasaba, iba dando
nombrew al lugar que recorria.
Debido a esto se iba quedando atrás, retardándose y
los topiles comenzaron a enfadarse y disgustados lo regañaban. Pero él solo se
reía.
Al ir cruzando por los campos de labranza, recogía los
pedernales que encontraba y los echaba en su morral de pita, en donde guardaba
todo.
Disgustados, o como quiera que fuese, llegaron a
Xochicalco.
Cuando llegaron allá, se cuanta que regañaron a los
topiles diciéndoles “¿Qué estaban haciendo que han tardado tanto en llegar?
¡Han tardado mucho y yo mientras aquí, muriéndome de hambre!...!Y ustedes que
no aparecían! ¿Por qué razón no trajeron a viejo que fueron a buscar y no a
este lagañoso con el que no podré quedar harto¿
“No te trajimos al viejo” dijeron los topiles “porque
no nos dejó traerlo este muchachillo. Por su culpa no lo trajimos.”
Entonces dijo el Tepoztecatl: “Ya no quiero oír mas.
Pónganlo a cocer, porque me muero de hambre”.
Entonces el Tepoztecatl se adelantó y dijo al
Xochicalcatl: “! Escúchame! ¡oh gigante! No te enfades, ni los regañes. No quiero que reprendas a los topiles porque ellos no tuvieron culpa
alguna. A mi puedes hacerme lo que
quieras.”
A estas razones contestó el Xochicalcatl diciéndole al
Tepoztecatl:
“! A mi no me repliques! ¡Tente callado, lagañoso!
¡Quita de aquí! ¡Vete!... ¡Déjame!”.
Entonces cargaron con él los topiles y fueron a
ponerlo en una gran cazuela para que se cociese; pero se cuenta que no se
cocía, si no que se convertía sucesivamente en gallo, en culebra, en pescado,
mientras que el Xochicalcatl desfallecía de hambre.
Llamo a los cocineros para que le llevasen la carne y
éstos no sabían que decirle. Pero, lo quisieran o no, tuvieron que ir a decirle
al Xochicalcatl que el muchacho aquél no llegaba a cocerse, y aquel, tras
regañarlos, los echó de sus casa: “! Largo de aquí ! “les dijo “No vaya a
suceder que les mande yo dar una paliza!...!Arrójenlo al horno, que allí ya se
cocerá!” .
Se lo llevaron y lo arrojaron al horno, pero apenas
cayó dentro empezó a transformarse sucesivamente en diversos animales: venado,
gavilán, conejo, coyote, lobo, tigre…con lo que volvieron a asustarse los
servidores y se afligían de que aquel muchacho no llegaba a cocerse y e
Xochicalcatl estaba rabiando y muerto de hambre.
Cuando vio, fueron otra vez a avisarle que aquel
muchacho no se cocía y que únicamente se transformaba en diferentes animales, y
entonces les dijo: “?Con esas vienen saliendo ahora? ¡Vaya simpleza! ¿Qué
animal es ese que me han traído que no llega a cocerse¿… ¡Y yo que me muero de
hambre!...”
Le contestaron los topiles:… “Nosotros no somos. Hemos
traído un muchacho y no un animal. “.
Al oír tal cosa, prorrumpió encolerizado el
Xochicalcatl: “! Vayan a traerlo! ¡De
cualquier modo que sea me lo comeré porque estoy desfallecido de hambre!”
A todo correr, salieron en busca de Tepoztecatl y lo
llevaron ante el Xochicalcatl.
“! Oh, gigante! Dijo el Tepoztecaltl ¡Aquí me tienes
en tu presencia!¿Que es lo que me quieres¿
“Quiero que me digas respondió el Xochicalcatl ¿Quién
eres tú, muchacho¿ “
“Yo soy el Tepoztecatl, soy hijo de la ciudad que se
llama Tepoztlán” contestóle el joven y agrego:
“Vengo a rescatar a todos los pueblos. Y
ahora que sabes como me llamo y de donde soy ahora dime ¿Qué es lo que quieres¿
¡Soy de corazón esforzado!”
Encolerizado el Xochicalcatl, exclamó: “! Calla esa
boca! ¡Ya no quiero saber más! ¡Calla la boca y reflexiona en la suerte que te
espera! ¡Te voy a devorar!.”
A eso contestó el Tepoztecatl: “¿Me vas a comer¿
…¿pues bien, si me has de comer, nada mas no me destroces. Trágame, si puedes,
sin masticarme. Trágame entero.”
“! Pues salta pronto dentro de mi boca!” contestó el
Xochicalcatl “Que ya me muero de hambre!”
Entonces el Tepoztecatl pegó sus manos al cuerpo y diciéndole:
“! Abre la boca, que allá voy!” de un salto se p uso en pie en la lengua del
Xochicalcatl, quien no tardo en tragárselo.
Entretanto, los padres del Tepoztecatl, habían estado
esperando en Cazcatlán o Cozcatzinco a que subiese el humo, como les había
dicho.
Después de pasado un gran rato, el Xochicalcatl empezó
a dar grandes voces, a tirarse y revolverse en el suelo; luego echaba a correr
de un lado a otro, de aquí para allá, acostándose por ultimo y quejándose de
fuertes dolores de estómago. Sus
servidores se preguntaban unos a otros que enfermedad habría atacado a su señor
y en cuanto oyeron decir que estaba en la agonía se apresuraban a pregunta a
los demás si aquello era cierto. Pero
mas tardaron ellos en averiguarlo que el gigante en morirse.
Los fuertes dolores de estómago que lo habían aquejado
se los había producido el Tepoztedat al cotar a derecha e izquierda los
intestinos con la obsidiana y el pedernal que había juntado en el camino, pues
con todo y todo se lo había tragado el gigante, no habiéndosele registrado
antes.
Muero el Xochicalcatl, el Tepoztecatl se abrió paso a
través de su estomago y salió triunfante, saliendo al mismo tiempo una columna
de humo blanco, blanco como algodón.
En cuanto la vieron los abuelos del Tepoztecatl, se
dijeron:
“Ahora si, ya ganó nuestro hijo. No ha muerto.
Vive. Volvamos a casa a esperarlo “. Y asi lo hicieron.
Volvieron a su casa a esperar al Tepoztecatl, puesto
que había ganado.
Se cuenta que el Tepoztecatl, después de haber dado
muerte al Xochicalcatl, tomó el camino de Cuernavaca y cuando llegó allá
advirtió que estaban celebrando su fiesta.
El Tepoztecatl se acercó a unos que estaban comiendo y
nadie le llamó; se puso frente del lugar en donde estaban comiendo y ninguno lo
invitó a que entrase a comer. Al ver que
nadie le hacía caso, se dirigió a donde estaban tocando y les dijo a los músicos:
“!Prestenme su Tlalpanhuahue, para tocarlo o!”. No se lo prestaron y entonces
les dijo: “!Prestenme su Tlalteponaztli que quiero tocarlo!”
Pero aquéllos se contentaron con regañarle, diciéndole:
¡Quita de aquí, muchacho, que no queremos nada con sucios lagañosos! ¡Largo,
largo de aquí! ¡largo, fuera de aquí!”
Al oír esto se alejo y fue a cambiarse de ropa. Cuando
volvió se acercó otra vez al lugar en
donde estaba comiendo y en cuanto lo vieron aquellos señores, lo llamaron y ole
ofrecieron de comer. Ninguno de aquellos
reconoció que era el mismo y lo invitaron a que comiera. Entonces él empezó a embarrarse el mole por
todas partes y al verlo hacer tal cosa le preguntaban: “¿Por qué no comes la
comida en vez de embarrártela¿” y él les
contestó: “!Cómansela mi vestido, pues ustedes solo saben honrar a la ropa y no
a la persona. ¡Que se la coma mi vestido! ustedes no saben respetar a un
hombre. Hace un rato vine muy andrajoso
y entonces no me dirigieron siquiera la palabra, y ahora que cambie de vestidos
me llenan de halagos, Doy a ustedes las gracias por lo bien que me recibieron.
“
Luego se acercó de nuevo al lugar en donde estaban
tocando y dijo: “A ver, déjeme tocar”.
No lo dejaron tampoco y entonces se formó un remolino
que levantó una gran polvareda que cegó a las personas allí presentes.
Cuando volvieron a ver ya el Tepoztecatl estaba
tocando en cuapecho. Encolerizados,
salieron corriendo en su seguimiento.
En el momento en que se formara el remolino, el Tepoztecatl
se había apoderado del teponaztli.
Os de Cuernavaca, ya que oyeron bien por donde estaba,
salieron bien armados en su persecución.
Cuando estaba para llegar al lugar en donde lo oían
tocar el Tepoztecatl se orinó y entonces se formó una gran barranca que les
impidió el paso. Mientras buscaban por
donde poder vadearla, oyeron que tocaba de nuevo, hacia el pueblo de Ahuatepec.
Legaron a Ahuatepec, y ya se estaba tocado en
Cuacuametla.
Legados allá, oyeron le que estaba tocando en
Cozcatzico.
Fueron en su seguimiento, pero apenas llegados a
Cozcatzinco, ya estaba tocando en Conectepec.
Legaron allá y ¡nada! Que ya estaba tocando en Ehecatepec.
Aunque estaban muy cansados, no por eso dejaron de
perseguirlo con tenacidad y por fin llegaron al pie del cerro de Ehecatepec.
El Tepoztecatl empezó a hacerles burla y ellos que ya
estaban muy enojados, con mas rabia todavía empezaron a cortar el cerro por su
base, pero no tardaron en convencerse de que no podían hacer nada. Lo dejaron
entonces y se fueron.
Ya no volvieron jamás y así fue como les ganó por
segunda vez.
La primera fue cuando mató al Xochicalcatl y la
segunda cuando dejó burlados a los de Cuernavaca quitándoles su tlalteponaztli.
Cuando vio que ya no había allí ninguno, bajo del cero
y se dirigió a la casa de su mamá. Vieron le sus padres y tuvieron con ello
gran alegría. Se abrazaron, pidiéndose
perdón.
Ya que quedaron entendidos, les enseño el
tlalteponaztli y conduciendo después a sus padres al templo de Tlalnepantla y
ante dios fueron a pedir perdón y allí, en Tlalnepantla, regalaron el
Tlalteponaztli que nuestro abuelo el Tepoztecatl había ganado a los de
Cuernavaca.
Aquí nada mas acaba la leyenda de nuestro abuelo el
Tepoztecatl, esta leyenda larga como una telaraña.
Ya oyeron lo que les he contado que cuentan del
nacimiento y triunfo de nuestro Tepoztecatl.
Y así como se los he contado, deberán contárselo a sus hijos para que no
vayan a olvidar la historia de nuestro abuelo el Tepoztecatl. Mucho les ruego
que así lo hagan, no vaya a suceder que algún día llegue a olvidarse.
TEPOZTECO, Guía Oficial, Humberto Besso, Oberto
González. SEP, INAH.
Derechos Reservados conforme a la ley. Instituto
Nacional de Antropología e Historia. Córdoba 43,45, 47. México D.F.
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