El arquetipo de la Mujer Salvaje
Foto © Aina Climent Belart
El arquetipo de la Mujer Salvaje fue acuñado por la psicoanalista Jungiana Clarisa Pinkola Estés en su extraordinario libro Mujeres que corren con lobos
(1992). Representa lo intuitivo, lo sexual, lo cíclico, las diferentes
etapas de la mujer, su sabiduría, su fuego creador. “Salvaje” significa
vivir una existencia natural, con una integridad innata y unos límites
saludables.
El arquetipo de la Mujer Salvaje
personifica la fuerza que sostiene a las mujeres, la naturaleza sabia,
inteligente, visceral. Una fuerza que engendra todas las facetas
importantes de la feminidad. El arquetipo proporciona el impulso para
que las mujeres recuerden quienes son y lo que se proponen. Si le damos
un nombre podemos crear un ámbito de pensamiento y sentimiento en
nuestro interior y lo iremos integrando.
La propuesta es recobrar la psique
instintiva natural y la naturaleza femenina más profunda: la mujer
creativa, intuitiva, con talento. Recuperar las formas naturales
psíquicas para conducir a las mujeres hacia el conocimiento profundo de
sí mismas, el sendero del yo instintivo y salvaje. Algunas mujeres lo
perciben cuando están embarazadas o dan de mamar. Otras veces son
experiencias fugaces que se producen tanto a través de la belleza como
de la pérdida que nos desnudan y nos tocan hondamente. Cuando se
descubre esa fuerza, ese poder, se lucha para conservarlo pues es la
esencia de la vida creativa y la salud.
La comprensión de la naturaleza de la
Mujer Salvaje es una práctica: la del conocimiento del alma de la mujer.
Sin ella, las mujeres pierden su equilibrio espiritual, olvidan el
sentido de su vida y se aferran cuando sería mejor soltar. Sin ella,
toman demasiado o demasiado poco, o nada en absoluto. Es el corazón
espiritual de la mujer. Cuando perdemos el contacto con la psique
instintiva llegamos a destruirnos. Cuando la mujer se aparta de su
fuente queda esterilizada, pierde sus instintos y sus ciclos vitales
naturales.
Los síntomas emocionales del alejamiento
de la fuerza salvaje son: sentirse seca, fatigada, frágil, deprimida,
confusa, avergonzada, asustada, apática, débil, irritada. Sentirse
voluble, atascada, comprimida, con falta de inspiración y creatividad.
Sentirse impotente, dubitativa, cohibida, temerosa, sin energía,
humillada, ansiosa. Sentirse llena de temor a enfrentarse a lo nuevo,
ser demasiado amable o conciliadora, darse en exceso, elegir cosas que
debilitan y desgastan.
La puerta al Yo salvaje puede ser una
honda herida y/o un anhelo de una vida más profunda y plena. Todas las
mujeres pueden reconocer e integrar este arquetipo. En un momento
determinado nos encontramos deshechas, perdidas, destruidas. Necesitamos
reconstruirnos, conectar con la voz del alma para decir la propia
verdad, poner energía en lo que está enfermo o necesita recuperarse.
Preguntarse: ¿Qué ha ocurrido con la voz de mi alma?
Foto © Aina Climent Belart
La mujer que ha perdido la energía vital,
la vida creativa y espiritual se muestra apagada y anémica, sin fuerza
para sus asuntos profesionales, amistades, relaciones, espiritualidad. A
veces la mujer enferma y esa enfermedad en realidad es un aviso que
trata de despertarla del sueño de su situación vital; la parte que
enferma es la parte que busca sanar, la que pide a gritos ser escuchada.
¿Qué sé en lo profundo de mis ovarios que no quiero saber? ¿Qué partes
de mí han sido sacrificadas y yacen moribundas?
Es una tarea solitaria, un viaje en el
que hay que descender a las profundidades para conectar con esa fuerza
instintiva. A través de la meditación, la danza, la escritura, la
pintura, la oración, el canto, la imaginación activa se conecta con la
Fuente. Se llega a través del anhelo, a través de actos profundamente
creativos, a través de la soledad como ejercicio consciente para vivir
aquello que percibimos y manifestar lo que somos. Al principio de la
búsqueda nos podemos encontrar en la soledad del árido desierto
psíquico, lo que a algunas mujeres no les gusta, pero ese es el lugar
del que hay que partir. El desarrollo de la naturaleza salvaje femenina
forma parte esencial del proceso de individuación de las mujeres. Y para ello, una mujer tiene que hundirse en la oscuridad.
La salida se encuentra al escuchar la voz
de la intuición, al hacerse preguntas, sentir curiosidad, ver, oír y
actuar de acuerdo a lo que una sabe que es verdad. La Mujer Salvaje
enseña a las mujeres a no ser amables cuando tienen que proteger sus
vidas emocionales, a no actuar con dulzura o bondad cuando tienen que
defenderse con uñas y dientes y salir huyendo. El yo instintivo tiene
que gozar de libertad para moverse, hablar, jugar, enfadarse y crear.
Ser una misma no siempre es aceptado por los demás, pero acceder a sus
exigencias nos anula y destruye.
La intuición es el tesoro de la psique de
la mujer, una misteriosa visión interior que es como una anciana sabia
que nos guía en nuestro camino. Podemos utilizar nuestra intuición y
nuestro instinto para ver lo que es necesario ver, saber lo que
necesitamos saber, ser las guardianas de nuestro fuego creativo interior
y adquirir un íntimo conocimiento de los ciclos de la Vida/Muerte/Vida
de toda la naturaleza. En eso consiste ser una mujer iniciada. Alimentar
la intuición es escucharla, prestarle atención, seguir su voz.
Fortalecemos nuestro vínculo con nuestra naturaleza instintiva prestando
atención a nuestro interior a cada vuelta del camino. Ser fuerte
significa tener acceso a la energía vital, tomar la parte del poder y la
luz que nos pertenece.
El proceso de iniciación empieza dejando
morir lo que tiene que morir para que la mujer desarrolle su autonomía y
la conciencia para cuidar de sí misma. La intuición profunda es saber
lo que nos conviene y lo que necesitamos. Descubrir que ser buena,
ingenua y complaciente no nos permite alcanzar la felicidad.
Experimentar el abismo y la oscuridad, los propios aspectos oscuros.
Aprender a relacionarnos bien con las peores partes de una misma, eso
que no aceptamos, que rechazamos, que no nos gusta. Integrar la sombra,
aquellas características de la personalidad que se consideran
inaceptables y se rechazan, que no se quieren ver. El hecho de
reconocerla, aceptarla e integrarla proporciona energía, poder y
creatividad.
Foto © Aina Climent Belart
Hay una serie de tareas típicamente
femeninas que simbólicamente nos muestran el camino para conectar con el
arquetipo de la mujer salvaje y el aprendizaje de la muerte, renovación
y depuración. Limpiar, barrer, lavar, cocinar son hechos cotidianos
concretos a la vez que metáforas de la vida psíquica y espiritual. Los
ciclos femeninos implican purificación de pensamientos y renovación de
valores y objetivos, limpiar los desechos y residuos de los diversos
estados emocionales. Poner al día el alma, en el interior y el exterior:
la casa y el alma. Cuidar del jardín, de la tierra, arrancar malas
hierbas, sembrar, limpiar, regar, como metáfora de dar vida a lo que
tiene que vivir y dejar morir lo que tiene que morir.
Hay que hacerse preguntas, enfrentarse al
propio dilema interno, confiar en nuestra capacidad para conectar con
el Alma del Mundo o inconsciente colectivo
sabiendo que vendrán las respuestas. ¿Quién soy yo verdaderamente? ¿Qué
es lo que he venido a hacer? Muchas veces tenemos que dar muerte a
falsas creencias que nos constriñen y limitan, sacrificar aspectos que
considerábamos valiosos, ahora caducos, viejas ilusiones que se vuelven
superfluas, un lastre sin sentido. Para ello hay que buscar la propia
luz y sabiduría interior, y desde la conexión con los ciclos
Vida/Muerte/ Vida dejar morir lo que tiene que morir para renacer.
Hay cosas que nos atraen y cosas que alimentan nuestra alma.
Es preciso sentir, conectar con las propias necesidades y deseos, no
permitir que la Mujer Salvaje sea domesticada pues eso implica perder la
fuerza y la vitalidad. Tanto en las cosas simples como en las
trascendentales hay que preguntarse: ¿Qué es lo que quiero
verdaderamente? ¿Qué es lo que mi alma anhela? Y no permitir que nadie
reprima nuestras opiniones, energía, pensamientos, ideas, todo lo que
valoramos y en lo que creemos. Prestar atención a la voz y la visión
interior.
Unirse a la naturaleza instintiva
significa establecer un territorio, encontrar un grupo propio, habitar
el cuerpo con seguridad, hablar y actuar en nombre propio, ser
consciente y estar despierta, escuchar las intuiciones, fluir con los
ciclos personales y ser consciente la mayor parte del tiempo posible. El
arquetipo de la Mujer Salvaje está en la fuerza creativa. Es un arte
que reside en las entrañas, no en la cabeza y es esencial para la salud
física, mental y espiritual de las mujeres. Es la sabiduría de lo
femenino, la fuerza de los ciclos, la intuición, la fuerza del corazón.
Son los sueños, la pasión, la poesía, los impulsos, intuiciones, los
sentimientos y los anhelos profundos. Es la fragancia del alma salvaje
femenina. Dulces y abundantes son los frutos para aquellas mujeres que
se comprometen en la extraordinaria tarea de integrar este arquetipo.
Texto original © Ascensión Belart.
Los contenidos y artículos de este blog están protegidos con derechos de autor “Copyright ©” se pueden reproducir o publicar en Internet parcialmente siempre que se ponga la referencia de la autora y el lugar de procedencia.
Fotos: ainacliment.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario