Una noche, los animales se reunieron en un claro del bosque para ver la
función del tlacuache.
Este anunció: “Realizaré algunos actos de magia, a ver quién puede
hacerlos tan bien como yo”.
El tlacuache tomó una piedra la apretó en la mano, hasta que se volvió
un polvo fino. Pero en realidad no era una piedra, sino un terrón de barro
seco.
El coyote tomó una piedra verdadera y trató de pulverizarla, pero, por
mucho que lo intentó, no pudo romperla.
Dijo el tlacuache: “Te he ganado”. Entonces tomó otra piedra y la lanzó
con todas sus fuerzas. La piedra subió, subió, y nunca más volvió a bajar.
Pero, en realidad, no era piedra, sino un pajarito.
El coyote tomó una piedra verdadera y la lanzó con toda su fuerza hacia
lo alto. Pero, después de volar un poco, la piedra volvió a caer.
El tlacuache dijo: “Te he ganado otra vez”. Tomó una ramita de pino y
fingió que le encendía la punta; pero, en realidad, le había pegado una luciérnaga
con una gota de miel. La ramita iluminaba como si fuera una antorcha, pero no
se consumía.
El coyote quiso hacer lo mismo, tomó una rama de pino y la encendió.
Pero la rama se consumió rápidamente y le chamuscó la mano.
.
El coyote se quedó admirado con las habilidades del tlacuache y le rogó:
“Enséñame a hacer magia”.
El tlacuache le respondió: “Está bien, te enseñaré, pero tienes que
hacer todo lo que yo te pida.”
“Así lo haré”.
“A ver, arrodíllate en el suelo y mete la cabeza entre las piernas.”
Lo hizo el coyote. El tlacuache le ordenó nuevamente: “Ahora cierra los
ojos y no digas ni una palabra, pase lo que pase.”
Entonces el tlacuache tomó la cola del coyote y la introdujo en el nido
de las hormigas. Las hormigas de inmediato atacaron la cola y comenzaron a
morderla.
“¡Ay!” – gritó el coyote.
El tlacuache le dice: “¿Por qué has gritado?”
El coyote dijo: “Es que me mordieron la cola”.
El tlacuache dijo: “Perdiste tu oportunidad, pues rompiste el encanto y
se acabó la magia”.
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